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La riñonera: ¡No me pongo el tapabocas nada!


La riñonera.
Crítica al encuadre oficial.

La riñonera rosada con piñas de colores que tengo, es en la que llevo cosas. Pongo todo ahí para no olvidarme de nada, cazo la riñonera y me olvido. Porque cada vez hay que andar con más cosas encima, y en la riñonera cabe hasta una caja de vino. 
En la billetera tengo que andar con la cédula (porque te la piden para los trámites y la policía en los operativos de saturación o cuando te paran en los barrios periféricos y te la piden), con la boletera de estudiante (porque si te la olvidás, la quedás, porque tenés que pagar el doble el boleto, y ni siquiera te dejan hacer un trasbordo sin tarjeta), una tarjeta midinero y la del brou (más trámites) y la plata, porque soy de los que usan efectivo.
Después ta, llevo el desodorante, chicles, semillas que intercambio para la huertita, los auriculares y obviamente el celular, que sino te perdés del mundo, te borrás. Y ahora la novedad es que también hay que acordarse de llevar el tapabocas. La recomendación: Comprar muchos tapabocas porque se te pasan perdiendo. Aunque viste como es eso no: los tapabocas te los tenés que comprar vos.

Es decir, se carga a las poblaciones con la perdida de una serie de derechos básicos para la ciudadanía en cualquier democracia, como manifestarse, juntarse en espacios públicos, hasta el punto que se fiscaliza en los espacios privados, y hoy en día pasan por la puerta de nuestras casas los patrulleros, para contar cuantas personas estamos sentadas en el patio. A ese nivel. Y tengo que poner el tapabocas en la riñonera, y tengo que hacerme cargo yo.

Primero, el sistema de producción intensiva de aves, chanchos, vacas, en campos de concentración y tortura animal, genera el desparrame de nuevos viruses, que atacan al ser humano como mecanismo de defensa inmune natural, que es semejante a cuando las plantas generan un agente venenoso para matar al herbívoro que se la come. Es decir, esto ya pasó con la gripe aviar, con la gripe porcina, y ahora sale el covid-19, como algo que era obvio que iba a pasar, científicamente hablando, porque el modelo de producción de alimentos sigue sin cambiar. 
Y luego que lo del covid llega, el modelo productivo sigue de largo sin cambiar, y aunque parte de la industria pareció detenerse, lo que realmente se detuvo fue el trabajo, hacia una nueva fase del extractivismo financiero, donde las computadoras lo hacen todo, y los obreros de la construcción materializan la inversión financiera en gigantescas infraestructuras de saqueo. 

Ahora, el virus aparece y se encuentra a un sistema de poblaciones centralizado en grandes ciudades cada vez más pobladas, y donde encuentra facilidad para reproducirse y proliferar en cuerpos invadidos por el estrés y alimentados a base de alimentos procesados, gran sedentarismo, y muchas personas con enfermedades pre-existentes. Es decir, la pandemia logra extenderse y saturar los servicios de salud, porque las personas ya estaban enfermas, y la pandemia lo que hizo fue poner en evidencia todo lo que ya estaba mal, pues la desigualdad económica que ya existía, la falta de salud mental y física que ya existía, y todo eso empeoró, y encima el sistema productivo se adaptó y sacó provecho para acelerar los despidos, delegar tareas operativas para que el usuario las haga desde casa, y así eliminar numerosos puestos de trabajo hacia la era del teletrabajo, las mega-industrias, y la inteligencia artificial en la gestión. Cada vez vamos a tener menos a quién reclamarle, porque los trámites van a ser todos por computadora, desde casa. Entonces y mientras tanto, ellos pueden utilizar el territorio urbano y rural para sus megaproyectos destructivos. El oeste de Montevideo será la zona industrial, por donde atravesará el tren de celulosa, estará el nuevo mercado agrícola, y alguno de los megapuertos que quieren poner para comerciar con los chinos. El tren de celulosa se conecta con el centro del país. Rocha es visto como el punto de salida para la megaminería, y por el río Uruguay se escapa la celulosa. 
Hay zonas que se conservan como hortícolas en Montevideo y Canelones porque alimental al grueso de la población que habita la capital. El resto del territorio es para los arboles para la celulosa, y para que el pasto se los coman las vacas que se van a vender en pie para china (porque el plan es cerrar hasta los frigorícos). Entonces, al tiempo que todo este mapeo de nuestros territorios ocurre, la gente en sus casas, esperando subsidios del Estado, o yendo a consumir y a cumplir las tareas imprescindibles para que el sistema económico continúe a medida que perdemos libertades y salud.

La primavera, es la época en la que la naturaleza es más dinámica, más intensa, y las cosas florecen, y las hormonas se movilizan, y se multiplican los insectos, es cuando más se notan los desequilibrios que provocan la industria. En los veranos, la nueva normalidad implica a las cianobacterias, que evidencian exceso de nutrientes en las aguas, por sobre uso de fertilizante, en un modelo de intensificación productiva que de sustentable no tiene naranja. Y la nueva normalidad también incluye que tengamos que comprar tapabocas, y agua embotellada, porque ya no confiamos en la calidad del agua de OSE, y a pesar de eso el Estado tampoco investiga la calidad del agua, y los estudios independientes evidencian que la red hídrica del Uruguay, y su biodiversidad, están sumamente contaminadas. Por eso la nueva normalidad también incluye al glifosato en la mesa de nuestras familias, y por eso alta cantidad de muertes por cánceres y otras enfermedades asociadas a la mala alimentación y sedentarismo. Y estos dos factores, que realmente inciden en la morbilidad de la población, no se miden ni se controlan por parte del Estado. Pero el Estado si está preocupado por generar las condiciones para que el mercado distribuya alimentos procesados y contaminados por agrotóxicos a las poblaciones de las grandes ciudades. O sea, promueve que las variables que realmente determinan el éxito de la proliferación del covid-19, al tiempo que interviene en la vida privada a través de las fuerzas punitivas. ¿Qué? ¿La nueva normalidad es una distopía con tapabocas en la calle, colas para buscar agua embotellada y cámaras que vigilan si vas a la plaza?

No me pongo el tapabocas nada, porque no tengo que cargar con él en la riñonera, así como una madre carga con el dolor de ver el sufrimiento de un hijx que nació enfermx, por culpa de su cultivo con más volumen por unidad de superficie, así como cuando a un familiar le diagnostican un cáncer, y toda su familia carga con los costos médicos al tiempo que ven como lo pierden, al tiempo que se enriquecen también quienes lucran con la salud. La impunidad es tal que pueden Monsanto y Bayer unirse como una alianza económica histórica entre la enfermedad y la salud, en una lógica donde la enfermedad que es consecuencia de las actividades productivas, también genera una rentabilidad.
Y la gente se sigue enfermando en sus trabajos, por las malas condiciones, porque con la tecnología aumenta la ambición y las ganancias, pero ni las condiciones de vida, ni las laborales. Todo lo contrario, son un gasto en la lógica de inversiones.

Entonces, llegamos al extremo de que el gobierno pretenda que la población incorpore protocolos universales a sus formas de vida cotidianas, al tiempo que el transporte colectivo es sumamente deficiente y el sistema productivo lleva 6000 trabajadores al centro del país para la construcción de UPM. Entonces las incoherencias son tan evidentes, que se nota la legua que su encuadre informativo es sumamente sesgado, porque nos presenta al virus como problema aislado, ignorando las variables determinan su proliferación y crecimiento, siempre y cuando las variables esten asociadas a problemas estructurales propios del sistema productivo. Entonces por eso tampoco investigan problemas reales, como lo es la contaminación del agua, y no se preocupan tanto por devolvernos estas estadísticas, pues generarían un nivel de alarma sumamente superior.

Hagamos el ejercicio de imaginarnos que de repente se empiezan a televisar, en tiempo real, las muertes por suicidios, cánceres de diferentes tipos, enfermedades mentales, niñxs que nacen con alguna enfermedad provocada por factores ambientales, y los accidentes de tránsito. Sí, como se televisa la inseguridad y la pandemia. Yo me imagino a una sociedad recontra asustada por las condiciones en las que vivimos. Si realmente a nivel mediático, televisaramos las miles y miles de muertes que ocurren en nuestro país, y la gente viera que todas esas muertes son con el fin de que se sostenga una forma de vida occidental que está basada en la generación de riqueza abstracta para empresas que ni son de acá. ¿Qué es lo que queda de Uruguay? ¿Qué es lo que queda de nuestra salud? A mí me queda mi libertad, y no voy a perderla para que continúe su orden, que en realidad es una máquina de consumir vidas.

Y volvemos a caer frente a un discurso que nos invita a unirnos frente a un enemigo común, como lo fue Argentina para la Thatcher o Inglaterra para Galtieri, contra "los comunistas subversivos", o con el gran hermano de turno. El viejo método de inventar guerras para distraer a las masas frente a un enemigo externo, que en este caso está infiltrado, y que cada unx de nosotrxs es unx posible infectadx. Y el discurso ya no es el de una guerra, que ya no tiene legitimidad, sino que un discurso que se enmarca en la hipocresía de una solidaridad selectiva, que "exhorta" a las personas a trabajar más duro para que el capitalismo salga adelante, al tiempo que no pone en debate las otras pandemias que se suceden, y que también son variables determinantes para reducir la mortalidad por covid-19. 

A la ciudadanía los derechos se los da el Estado, y como el Estado uruguayo es una institucionalidad para ganarantizar al mercado multinacional que pueda operar en el territorio, el mercado irá quitando derechos a la ciudadanía. A medida que la ciudadanía pierde derechos, el poder tiende a centralizarse y las poblaciones que vivimos en los territorios ya no somos escuchadas. Viene una empresa de afuera, paga y hace lo que quiere con las personas que vivimos acá. La nueva normalidad es otra de las nuevas normalidades, y en cada una de ellas nos encontramos con menos derechos ciudadanos y un deterioro material en nuestras condiciones de vida, y la naturalización de esta decadencia.
Ponerse el tapabocas, es resignarse a que ellos no van a cambiar sus negocios, y asumir nuevas cargas en vez de cuestionarlos.

Ahora, pongamonos finos: El encuadre oficial es selectivo porque sigue las estadísticas de la pandemia, y televisa la muerte, pero a la hora de ofrecer soluciones a la opinión pública para que sean debatidas, la mitad es circo mediático del bipartidismo electoral, y la única solución va en criminalizar a la vida privada de la gente, e invitándonos a delatar al vecino. El encuadre oficial es sesgado porque no cuestiona lo que estaba pasando antes de la pandemia, elimina la memoria y la reemplaza por un discurso oficialista, que es incuestionable porque es de vida o muerte, y no se da cabida a otro discurso por una beligerancia científica, que no tiene validez en relación a lo que es la verdadera ciencia. El encuadre oficial es sesgado porque no considera soluciones a largo plazo, ni soluciones fuera de las lógicas de la ciudad, o de las lógicas paternalistas del Estado, en vez de cuestionar las prácticas del mercado, que permanecen detrás de las cortinas de humo espectaculares, del simulacro montado sobre las estadísticas de morbilidad por Covid-19 y asociado al simulacro político partidario donde los partidos políticos se reparten las culpas.

El contra-encuadre que proponemos en esta columna es uno que verifique en primer lugar, la validez de las decisiones que toma el Estado en cuanto a la violación de nuestras libertades básicas, por un discurso que no está científicamente validado como corresponde, porque para validarse necesita de verificarse concretamente en resultados efectivos en el mejoramiento de nuestras condiciones de vida y salud. Pero este discurso reduce esa variable a un único virus, y en función de la urgencia que representa la pandemia, genera un sistema de respuestas que va hacia la criminalización de la ciudadanía y el recorte de derechos, para garantizar que no se ponga el debate el modelo productivo y las lógicas de mercado. Se trata de un proceder autoritario, porque se pretende mitigar las causas, sin atender a las problemáticas que afectan a las personas. No es un proceder que se justifique en la ciencia, en lo absoluto. No son más que las lógicas de mercado, procediendo más impunes que nunca. 
No me pongo el tapabocas nada no es un discurso negacionista, todo lo contrario, entendemos que el Covid-19 es un problema que se suma a un conjunto de problemas que ya estaban y que también son variables asociadas a la pandemia, y de similar gravedad y urgencia. Y estas variables deben ser incorporadas al debate aunque pongan en cuestionamiento al modelo de desarrollo del Uruguay y aunque implique quitar libertades a la empresa privada para garantizar nuestros derechos. 

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